La República de Puerto Rico

El pasado fin de semana, Eduardo Caraballo, un puertorriqueño criado en Chicago, permaneció bajo la custodia de la agencia federal de Inmigración y Protección Fronteriza bajo sospecha de ser un inmigrante ilegal. Caraballo presentó su identificación y certificado de nacimiento, pero aun así, la agencia amenazó con deportarlo bajo la asunción de que era un mexicano indocumentado. Según reporta el periódico Hoy, incluso cuando se aclaró que su procedencia, los oficiales a cargo tenían la intención de deportarlo a la “República de Puerto Rico”, razón por la cual fue necesario que el congresista demócrata Luis Gutiérrez  intercediera por él.

Este incidente se ha relacionado con las protestas por la nueva ley del estado de Arizona que permite que la Policía cuestione a los ciudadanos en caso de haber dudas sobre su origen y procedencia. Es por eso que aunque esa legislación no afecta al estado de Illinois, donde ocurrieron los hechos, este incidente se ha tomado como ejemplo de las consecuencias de lo que los estadounidenses conocen como racial profiling, es decir, el uso de la raza o etnicidad de un individuo como único motivo para detenerlo. Sin embargo, este caso no es un ejemplo estricto de esta práctica, pues Caraballo fue detenido originalmente por alegadamente hurtar un vehículo.

Por otra parte, el que se asumiera que es mexicano, a base de sus facciones, es una prueba de que a pesar de décadas de inmigración constante, los estadounidenses todavía no logran renunciar a sus estereotipos acerca de los latinos. Sin duda, es muy fácil ponernos a todos en la misma caja y llamarnos mexicanos, al mismo tiempo ignorando que los latinos venimos de todos los tamaños y colores. De cualquier manera, no podemos ofendernos demasiado – nosotros hacemos lo mismo con los asiáticos, pues para muchos cualquiera con ojos sesgados es automáticamente chino.

Una vez aclarado ese punto, queda la duda de por qué las autoridades no liberaron a Caraballo una vez presentó evidencia de su puertorriqueñidad.  De acuerdo con nuestro Secretario de Estado, Kenneth McClintock, los funcionarios federales son suspicaces ante la presentación de documentos puertorriqueños porque en el 2009, el 40% de los certificados de nacimiento en manos de impostores originalmente pertenecían a puertorriqueños. Actualmente, hay un sistema de robo y compraventa  de certificados de nacimiento de Puerto Rico por hasta $10,000. Estos son datos corroborables y una buena justificación para lo ocurrido, pero no explica la invención de una República de Puerto Rico.

Según McClintock, esa maravillosa fantasía es producto del desconocimiento de los funcionarios en cuestión. El Secretario no le da más importancia al asunto. Sin embargo, ¿cómo ignorar que a pesar de que Puerto Rico ha sido una colonia de los Estados Unidos por casi 112 años, todavía haya estadounidenses que nos crean una república? Considerando la gran cantidad de puertorriqueños residentes en Estados Unidos y las continuas apelaciones a favor de un cambio en la relación entre los dos países, es humillante que nuestros asuntos estén tan lejos de la conciencia nacional. Además, se debe tomar en consideración que los creadores de nuestra república son oficiales de inmigración y como tales deberían tener un conocimiento mayor al del ciudadano común y corriente. Si ellos no están conscientes de nuestra particular situación, ¿qué podemos esperar del resto?

Al parecer, no somos lo suficientemente importantes como para ser considerados, pensamiento que debería considerarse en relación a todos los intentos por transformar el estatus político de Puerto Rico. Tal vez es necesario que los estadounidenses en general se interesen por nuestro destino para que los legisladores y la Casa Blanca dejen de alargar el asunto y actúen. Realísticamente hablando, puede que eso nunca ocurra.

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