Fonseca v. Vázquez: The Aftermath ~ una cucharada de su propia furia

La semana pasada, durante un segmento del programa mañanero Día a Día, se formó una trifulca entre el supuesto periodista Jay Fonseca y la senadora Evelyn Vázquez, a raíz de una controversia en torno al accidentado Día del Buen Trato. Todo comenzó cuando Dafne Barbeito, presidenta del Hogar Niñito Jesús, diseminó una carta en la cual acusó a Vázquez de, esencialmente, usurpar su iniciativa para fines políticos. Particularmente, expresó molestia ante la posibilidad de que se vinculara a su organización con la senadora.

Vale la pena hacer la salvedad de que ese no era su sentir un año atrás, cuando se relacionó con ella voluntariamente para cabildear a favor de su organización, objetivo que alcanzó. De cualquier manera, esta polémica se perdió de vista en medio del enfrentamiento entre el Fonseca y la legisladora.

En principio, no hay nada de extraño en el hecho de que un comentarista discuta con un político. Como le dijo el patriarca Mufasa a su cachorro: it’s the circle of life. Lo particular de este caso es su resultado. A diferencia de tantas otras pugnas parecidas, en esta ocasión, el político salió ganando. Seguro que fue por poco, pero aún así, ganó. No precisamente por méritos propios, sino porque Jay Fonseca se auto-saboteó.

Para empezar, en numerosas ocasiones, Fonseca ha asegurado que todo aquél que criticaba puede personarse en el estudio a defenderse. Sin embargo, se demostró iracundo cuando Vázquez así lo hizo y procedió a hacer ataques personales al describirla como “la que baila en el tubo” y describir al licenciado Peter Muller, quien la acompañaba, como su “amante”. ¿Y que tiene que ver eso con la polémica inicial? Nada, al igual que el resto del debate (por así llamarlo). Hacia el final del acalorado intercambio, Fonseca incluso cuestionó el papel de Muller en el asesinato de su ex esposa.

Hay quienes dirán: “¿Y cuál es el problema? Si total, eso lo dice Todo El Mundo”. Cierto es, pero Todo El Mundo no tiene un foro público a nivel nacional y tampoco está en espera de ser juramentado como abogado. En cambio, Jay Fonseca sí, y por tanto, debería estar consciente de que se le mide por un estándar más alto. Por otra parte, está el asunto del “personaje”. Después de barrer el piso con la señora, Fonseca pretende refugiarse en ese supuesto. Dude, el segmento se llama “La furia de Jay Fonseca”, ¿dónde está el personaje?

Por último y para colmar la copa, utilizó conceptos jurídicos indiscriminadamente. Un toque en el brazo se transformó en agresión y una querella ante la Comisión de Reputación es una afrenta a su derecho a la libre expresión. Pero bien, seamos magnánimos; es perfectamente entendible que esté frustrado ante la posibilidad de que se vea amenazada su capacidad de comenzar a ejercer como abogado. Sin embargo, debe considerar que podría venirle bien. Después de todo, resulta evidente que tiene que repasar algunos conceptos de la profesión jurídica y el tiempo que el Supremo dedique a deliberar podría servirle para ello.

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